Que esta vida nuestra está llena de agujeros
Que este Samsara budista que nos tiene atrapados está repleto de agujeros de acceso a ese Nirvana que creemos inalcanzable.
Que esta vida nuestra a la que hemos llegado tras ser expulsados del Edén por siempre anhelado de los cristianos...
Que esta vida sin sentido del universo del escépticismo... está llena de agujeros con acceso al sentido.
Que esta vida loca de mi tocayo Céspedes... con su loca realidad....
Agujeros, agujeros por todas partes.
Agujeros por todos lados.
lunes, 18 de enero de 2010
AGUJEROS PRESTADOS (segunda parte)
«Todos somos ignorantes, lo que sucede es que ¡no todos somos ignorantes en las mismas cosas!»
«La teoría es asesinada tarde o temprano por la experiencia»
«No todo lo que cuenta puede ser contado y no todo lo que puede ser contado cuenta.»
Albert Einstein.
Despido el año 2009 con una gripe, comienzo el 2010 engripado, y tras superarla, entro en otro proceso de virus estomacal, o algo así.
Ahora que hago memoria, no recuerdo ningún proceso de enfermedad física que haya sido estéril, tan sólo una piedra en el camino que impidiera el curso deseable de acontecimientos… Como que siempre ha añadido un plus, una información, un aporte, al camino que pretendía… Aún así, parece casi inevitable entender la enfermedad como un “fallo” del sistema…
Se nos llena la boca al hablar de cambios, transformaciones, … al tiempo que evitamos el “dolor”, los “imprevistos”, lo que se sale del guión,… y encarcelamos a la enfermedad en algo “malo” que sucede y no debería suceder…. Tal vez por ese deseo inútil de negación a la muerte, a los cambios, a las transformaciones.
Muchos vemos a Krishnamurti, por ejemplo, como uno de los grandes maestros, o al menos reconocemos su sabiduría… al tiempo que no nos gusta enfermar y entendemos la salud como el estado más elevado… Cuando leí las memorias de Krishnamurti, no necesité inteligencia de lince para leer entre líneas que previo a momentos de máxima lucidez, acababa de atravesar procesos intensos de enfermedad física-emocional. Ahí queda.
Agujero prestado por Eva. Gracias
La semana pasada estuve en una reunión en Barcelona junto a personas más que interesantes en lo que parece el inicio de un grupo de “trabajo” que está buscando una nueva sinergia en el “encuentro”… No sé cómo prosperará, pero promete. Prometo explicar mejor de qué se trata cuando comprenda mejor por dónde y hacia dónde vamos.
Me quedé especialmente fascinado con un detalle: Un hombre de cuarenta y bastantes estaba presentándose, explicando y compartiendo su trayectoria vital-laboral-existencial-trascendental… Venía del mundo de la empresa, y es de los que renuncia a determinados escalones subidos, en pro de un sentido de coherencia y congruencia en lo que hace en el mundo en el que vive… y tras su cambio de rumbo explicó que lo estaba viviendo con una gran satisfacción…
Su cuerpo hablaba con él, su rostro se iluminó, su voz entró en otra cadencia al llegar a ese punto, sus brazos se cruzaron sobre su pecho y sus ojos brillaron húmedos…
Estábamos sentados en círculo… Justo enfrente de él, estaba una mujer con mucha preparación, de unos no aparentados setenta años,… una mujer brillante.
La mujer escuchaba con muchísima atención, como en todas las demás intervenciones, con atención y entrega… La mujer le interrumpió nada más llegar a ese punto: Perdona… satis o insatis? facción… no he podido escucharte bien.
El hombre respondió SATISFACCIÓN.
Yo tampoco había escuchado bien, porque su tono de voz no era muy alto,… pero había entendido perfectamente en consonancia con su expresión corporal. Ahí queda.
Agujero prestado por David. Gracias
La mujer que estaba sentada frente a mi en aquella situación terapéutica en que me quedé bloqueado, la de la entrada anterior que prometí continuar… llevaba mucho tiempo tratando de expresar algo que a su vez había expresado de muchas maneras sin que tuviera el resultado por ella deseado, y yo diría que hasta necesitado.
La sesión fue avanzando con la compañía de todos aquellos maestros. A un ritmo suave, lentamente, poco a poco.
Una y otra vez ella intentaba retomar su guión, lo que conocía, tratando de seguir el hilo y los pasos que conocía para resolver esa desazón que sentía desde hacía tiempo… Mientras yo, con la ayuda de los maestros, me iba deteniendo en sus silencios, y haciendo preguntas sencillas a detalles aparentemente inocuos de su relato.
La sesión llegaba a su fín… por necesidades del guión del curso, teníamos un tiempo específico bastante limitado…. Calculé que debíamos estar a punto de cerrar y entonces le pregunté: ¿Y qué es lo que quieres expresar? Permitiendo así, que llegara al final de su discurso.
Entonces le sobrevino una pequeña emoción y expresó las palabras que lo definían.. respiró como aliviada. Nos pusimos de pié y nos abrazamos para despedirnos…
Agujero prestado por Carlos ;-). Gracias
Mientras la acompañaba a la puerta, el resto de alumnos, el tutor y una de las profesoras que estaban sentados detrás de la cámara fija que filmaba la sesión, iniciaron un aplauso, que yo aborté sin volverme y con un gesto de stop alzando mi brazo derecho y la palma de la mano extendida con el envés hacia ellos.
Acompañé a la mujer a la puerta, salió de la sala, me quedé de pié, con bastante nervio… Todos daban por finalizado el trabajo, lo daban como válido, como bueno… Podía quedarme, conformarme con eso… pero entendía que eso no era válido. Pensé por un momento en dejarlo tal cual, porque ya era muy válido para muchos… y conforme había ido el curso… no estábamos como para arriesgar y estropear algo que ya estaba aceptable.
Recordé una frase de no sé quién: “La verdad nos hará libres”… yo no sentía aquello como la verdad.
Volví a acercarme a la puerta, la abrí, le hice pasar de nuevo, respiré profundamente y le dije: No puedo permitir que te vayas así… porque a esto o parecido ya habías llegado muchas veces antes de venir aquí… y finalmente ni te ha producido satisfacción, ni lo has resuelto…
Creo que te encuentras en situación para expresar lo que todavía no has podido expresar… y con una voz muy dulce le dije: ¿A qué esperas para hacerlo?
La mujer no sólo se emocionó, sino que todo su cuerpo se estremeció con ella… del sollozo pasó al grito sonoro de dolor… y finalmente soltó lo que hacía mucho no había podido permitirse… Cuando lo hizo, se sintió aliviada y emitió un gran suspiro… Me miró a los ojos, ya con otros ojos, me dio las gracias con su voz, pero después de haberlo hecho con su mirada. Nos fundimos en un abrazo… Y entonces le dije: Ahora sí que podemos despedirnos. Y así fue.
Agujero prestado por Carlos David ;-). Gracias
Esta vivencia la he guardado como un amuleto a lo largo de mi vida… como un símbolo de iniciación para alguien a quien tanto le ha costado creerse capaz, como un aliento para poder continuar… Y la he contado unas cuántas veces sospechando si sólo lo hacía para darle de comer a mi ego.
En principio la rescaté para esta doble entrada porque me habían llegado fotos de agujeros prestadas que quería usar por agradecimiento… y como las voces de mis maestros fueron prestadas, entendí que encajaba…. Pero lo que había querido resaltar en esta ocasión era el detalle de que para obtener el reconocimiento de semejantes y maestros, no hubiera sido necesario el segundo final de la sesión.
Si bien es cierto que me ha servido como ceremonia iniciática, y me he sentido tremendamente agradecido por ello,… lo cortés no quita lo valiente, y en el lote también entra la moraleja de que aquellos que me reconocieron tras el impulso de arriesgar para llegar a una “verdad” más profunda y abarcadora, también me hubieran reconocido conformándome con el primer final… Por eso esa experiencia que corroboran los demás con su feedback, y por ello es más valiosa (validez de lo consensuado y externo a uno)… es un arma de doble filo.
Algo así como ¡Vales para esto! ¡Lo firmamos nosotros que nos hubiéramos conformado con lo que para ti no era verdad del todo! Arropado con jirones. Ahí queda.
Agujeros prestados por Eva. Gracias
Y ya sólo queda contar el final, final.
La mujer salió por la puerta… y entonces escuché un aplauso atronador acompañado de vítores y bravos… un aplauso que me abrumaba, que no me cabía, que me estremecía.
Me senté en el suelo, en el centro de la sala y recliné mi cabeza hasta casi el suelo frente a todos mis compañeros (estaba empezando a ser consciente de todo lo que acababa de suceder).
Cuando acabó el aplauso hubo un silencio que rompió el director de la escuela, con la voz quebrada, al preguntarme: ¿Y cómo se siente un psicoterapeuta en un momento como este?
No sabía ni qué responder… levanté la cabeza, mirando de frente pero sin poderlos ver claramente por la emoción, y dije… es que ahora me siento…. ¿abrumado? (añadió él) … Sí, eso, me siento abrumado. ¿Y cómo te sientes con lo que acabas de hacer? … Mi respuesta fue… no sé bien… ¿satisfecho?,… Sí, me siento satisfecho…. Volvieron a aplaudir todos al tiempo que lloraban y suspiraban.
El maestro también emocionado visiblemente con la cara llena de lágrimas y la mano en el pecho, me dijo entonces: Te voy a estar siempre agradecido, Fran… Porque tú sólo, con lo que acabas de mostrarnos, le acabas de dar sentido a tres años de formación.
La otra psicoterapeuta-formadora me dijo: Siempre había intuido que podías ser muy bueno dedicándote a esto, pero has superado lo que intuía… Algunos compañeros también me felicitaron, … mis amigos más cercanos en esa formación nunca me expresaron nada al respecto. Ahí queda eso también.
Fin..
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