Una mañana de un Junio poco corriente quemaba el sol y evaporaba rápidamente la humedad de la lluvia caída la tarde-noche anterior.
Andrea se había acercado a un centro comercial para cambiar unas sandalias nuevas de temporada. Mientras el dependiente la atendía, sintió un vacío repentino en su interior... y nada más salir de la galería pensó en lo dura que había sido con Jonás... Sentía pena, pero también sentía desazón... le desconcertaba que Jonás no siguiera agobiándola con sus llamadas.
Mientras esperaba en un semáforo pensó en llamarle, simplemente para saber cómo se sentía... y mientras el semáforo se puso en verde pensó que era mejor no hacerlo... porque le iba a confundir.
Pasó el resto de la mañana en la cafetería un tanto aturullada. Sus clientes habituales, los de almuerzo de cada día a la misma hora, lo de siempre,.. le gastaron alguna que otra broma ante su evidente estado de dispersión.
Siempre me han llamado la atención esas relaciones tan anónimas a la vez que tan familiares entre quienes están detrás de la barra y los clientes habituales. Tienen algo, algo especial... Tan familiares y tan ajenos al mismo tiempo..
Un largo día detrás de una barra de un bar... hasta llegar la noche y acudir a la cena con su amiga, su gran amiga, su “ni contigo ni sin ti,...” amiga del alma Cristina.
Pero justo después de la hora de los menús de medio día, Andrea no pudo más y en un acto de “sin pensarlo dos veces” buscó en su móvil y llamó a Jonás... Ella había vencido repetidas veces esa mañana la tentación de llamar, por coherencia, por precaución, por un toque de delicadeza, por una apuesta compasiva.... pero la irracionalidad impulsiva es lo que tiene... y tampoco es que sea algo tan “malo” … a veces tiene sus consecuencias catárticas...
No, no me voy a adelantar a los acontecimientos.
Llegó la hora de la cena, Cristina la esperaba en la puerta del burguer Caracas, uno de esos bares de los que el barrio se había llenado en pocos meses, en los que además de las marcas conocidas de refrescos gaseosos, sirven la de los países de origen de los nuevos emprendedores de este tipo de negocio.
¿Qué te pasa tia?... Andrea con un ademán le indicó pasemos a cenar y después te cuento... Entre bocado y bocado de hamburguesa, y haciendo ciertos esfuerzos no sólo para tragar, sino además también para masticar... entre bocado y bocado le fue contando lo mal que se sentía, … en un estado cambiante de confusión.
Mal por haber llamado a Jonás cuando se había repetido mil veces que eso podía considerarse hasta cruel dadas las circunstancias, mal por haber encontrado tan bien?, en paz?, amable-generoso, a su ex... Mal y muy confundida.
La vida puede ser muy mágica... podemos encontrarnos en momentos jodidos, y hasta muy jodidos... y la sola confianza y un poco de soltar el control … mucho de confianza y bastante de entrega a eso que es más grande que nosotros, se sitúe dentro, fuera o alrededor de uno mismo... Eso, unos cuantos ingredientes, pueden servir para que pasito a pasito y a regañadientes, acabemos por llegar a la cima de una montaña atravesando un espeso bosque,... a regañadientes y aún así,... la vida tiene eso de que en ocasiones puede llegar a ser muy generosa,... y atravesando, atravesando acabemos encontrándonos con haber transcendido algo, haber crecido, … aparentemente sin ningún esfuerzo, sin ninguna voluntad anticipada,... un resultado de grado de sabiduría equivalente a lo que pudieran haber significado meses de psicoterapia alternada con maratonianas sesiones de meditación...
Aunque eso no sucede a la humanidad siempre a todas horas, de momento, y desde hace mucho es así..
Cristina acogió con toda su predisposición a Andrea esa velada tras la cena, … trasnocharon hasta las 2 de la madrugada.... Hablaron de muchas cosas,... Andrea reconoció que parte del desprecio irracional que había sentido desde el primer día hacia Jonás tenía que ver precisamente con la entrega que éste mismo le profesaba... Y que no entendía porqué podemos llegar a destilar sentimientos tan perversos como en su caso... no poder dejar de pensar en el cabrón de Felipe que la abandonó dejándola a mitad de sentirse confiada y entregada a alguien que apuntaba a colmarla de amor... Y que con Jonás que se lo daba todo a bocajarro... En fin.
Anoche mismo, aquí un servidor que escribe ahora,... anoche mientras Cristina y Andrea debían estar camino de casa de la primera, … en esa otra ciudad virtual, en esa otra realidad virtual, … Mientras aquello debió suceder bajé un rato a tomar una horchata y me encontré con unos amigos. Le comentaba yo a una amiga que después de muchos meses había escrito un cuento en mi blog, un cuento que había nacido de la entrada anterior que era una reflexión sobre un cuento conocido, sobre los seres humanos y que llevaba por título el nombre de un célebre cuento para niños. Y que tenía la impresión de que de ese mi primer cuento en el blog estaba empezando a nacer otro cuento.
Mi amiga me preguntó el título, y añadió que los títulos son importantes... Le respondí “Retrato de un hombre atravesando” … y el que parece que va a nacer: “Fotografía de una mujer procesando”
Mi amiga arrugó la nariz... atravesar no es lo mismo que procesar, dijo. Bueno sí, asintió con condescendencia ante mi cara de confusión.
No, no es lo mismo (aunque yo lo buscara) y acabo de caer en la cuenta ahora.
Esa noche Andrea llegó a su casa y se metió en su cama sin ni siquiera cepillarse los dientes y quitándose las lentillas mientras se desplazaba pies pesados a su habitación por el minúsculo, pero esa noche eterno pasillo de su apartamento de soltera... Estaba tan cansada, tan exhausta que ni el ruido de la calle del incipiente verano ventanas abiertas, gente de charreta hasta las tantas y follones, le quitaron caer bruscamente en las manos de morfeo.
Su noche fue agitada, pesadillas que se ensamblaban sin orden ni concierto,... durmió de un tirón todo lo que dio de sí la noche y se levantó embotada.
A mi me gustaría como a ti, que Andrea hubiera “atravesado”,... Pero todo tiene sus momentos, sus ritmos, … Tal vez Jonás llevaba mucho tiempo procesando sin ser consciente de ello...
¿Cuanto tiempo necesitará Andrea para procesar para llegar a atravesar? No lo sé... Aunque sí sé que procesar tampoco es lo mismo que estar alienado con los pensamientos y el bagaje emocional.
Y es por eso que este cuento termina como el anterior.
Algo había cambiado.