Que esta vida nuestra está llena de agujeros
Que este Samsara budista que nos tiene atrapados está repleto de agujeros de acceso a ese Nirvana que creemos inalcanzable.
Que esta vida nuestra a la que hemos llegado tras ser expulsados del Edén por siempre anhelado de los cristianos...
Que esta vida sin sentido del universo del escépticismo... está llena de agujeros con acceso al sentido.
Que esta vida loca de mi tocayo Céspedes... con su loca realidad....
Agujeros, agujeros por todas partes.
Agujeros por todos lados.
miércoles, 6 de enero de 2010
AGUJEROS PRESTADOS (primera parte)
Anoche
desistí. Lo dejé escapar.
Esta
mañana paseando por el facebook me he encontrado con la cita que encabeza esta
entrada…
No
recuerdo el descubrimiento en cuestión, pero sí perfectamente la sensación que
experimenté cuando, de niño en clase, el maestro nos estaba hablando de un “descubrimiento”
y su descubridor.
Lo
contaba completamente fascinado… ¿Os imagináis qué sería de la humanidad si
tal… no hubiera descubierto esto? Mi sensación fue de angustia… de decepción, …
Mi reflexión entonces: ¿tanto tiempo tenía que haber pasado para que a alguien
se le ocurriera algo como eso? ¿cuántas cosas están por descubrir y no las
vemos? ¿cómo podemos vivir tan tranquilos con lo que creemos si hay tantas
cosas que no sabemos? ¿de qué seríamos capaces como seres humanos, y todavía no
sabemos?, … y como creemos que todo lo que sabemos es Todo, para no morirnos de
incertidumbre… ¿no podemos tener acceso a lo que no sabemos?
Lo que me
viene una y otra vez a la mente desde el año pasado, tiene en algo que ver con
ese recuerdo de niño, aunque es más cercano. Es un agujero que se abre a las
puertas de mis 45 (para el 30 de enero) hacia un acontecimiento a mis 27 años.
Estaba
sentado frente a una “paciente” y nada más comenzar me quedo en estado de
shock. Estoy aterrado, no confío nada en mi, no sé cómo abordar esta situación…
No podía creerme lo que estaba pasando…. No podía pensar, estaba completamente
bloqueado… trataba de esforzarme por la responsabilidad que tenía que ejercer
pero me sentía completamente paralizado…
Ni mi
cuerpo, ni mi mente respondían a mis cada vez más ahogadas órdenes de entrar en
funcionamiento… No había nada que hacer,… cerré los ojos y acepté con todas las
consecuencias que no iba a poder hacer nada… sentí un sospechoso alivio
acompañado de un suspiro, abrí los ojos y miré a los ojos de la mujer que tenía
frente a mi, dispuesto a decirle: Lo siento. No puedo!
Entonces
me quedé por unos segundos encandilado por su mirada… hasta olvidárseme lo que
iba a decirle… movió la cabeza, y yo la moví con ella, sin haberlo decidido.
Estuvimos un tiempo en silencio, como observándonos,… mi mente hueca, aunque ya
sin sufrimiento… De repente siento como que se me acerca por detrás uno de los
maestros que había conocido en la formación de tres años como Psicoterapeuta Gestalt.
Se acerca
por detrás hacia mi oreja derecha y me susurra: ¿Te has fijado en el contraste
entre la expresión de su boca y la de sus ojos?... Yo vuelvo a respirar
profundamente.
He dicho
bien “siento como que se me acerca” … porque ni ese maestro, ni todos los demás
estaban realmente allí… Aunque para mi, en mi estado, eran más realidad que mis
ausentes mente, control y cuerpo.
Ahora que
lo digo, recuerdo que por contar cosas “menos locas” que ésta han diagnosticado psiquiátricamente y medicado a algunas personas que conozco… aunque está
claro que también depende el cómo y el desde dónde se cuenta.
Sucesivamente
fueron llegando prácticamente todos los maestros que había conocido… desde el
más “laisez faire” al del estilo más “directivo”, desde el más compasivo al más
impunitivo, desde el más racional al más intuitivo… desde el más pragmático al
más trascendental. Todos fueron señalándome detalles y aportándome preguntas
que hacerle y respuestas que darle.
Incluso
hubo la modalidad de uno en cada oreja, en una dialéctica donde cada uno me
animaba para moverme en una dirección diferente.
Yo, la
verdad es que me sentía como si estuviera asistido por los ángeles, y que mi
único mérito era seguir paseándome por la inconsciencia de haber perdido las
riendas… pero como tampoco podía hacer otra cosa…
¿Cómo
llegué a esa situación? ¿Qué hizo que entrara en estado de shock?
Esto
sucedió en el transcurso del último taller del curso de formación… Era el
“examen final”, las sesiones eran verdaderas, y además se grababan en vídeo en
vivo y en directo, y después se repasaban (precursores de OT y Fama a Bailar
;-)
Para mi
esa formación representó, representaba y representa mucho. Después del “vacío
de alma” que me había quedado tras mi paso por la Facultad de Psicología, fue
una verdadera suerte, azarosa del todo, encontrarme con la Psicoterapia
Gestalt… Entonces no había “Bucays”… y para muchos “colegas” la Gestalt era
como una extravagancia acientífica, … pero a mi el corazón me decía que esa
forma de psicoterapia rozaba muchas más “verdades esenciales” que lo conocido
hasta ese momento.
Era esta
una visión muy íntima… por aquellos tiempos uno de mis handicaps era
expresarme, mostrarme, hablar en público… La formación era
teórico-práctica-vivencial en talleres intensivos de fin de semana,… y
cualquier ejercicio por parejas o grupal representaban para mi un salto demasiado
grande por mi timidez e inseguridad… y me solía quedar rezagado.
Admiraba
a mis compañeros que eran muy resueltos y atrevidos exponiéndose… aunque
también había unos pocos que se retraían incluso más que yo.
Hacía ya
unos meses que me sentía triste, porque no me sentía capaz de “ejercer” … y a
eso se le unía un acontecimiento extraordinario: Mi primera discusión con un
maestro, en este caso, el director de la formación, y mi psicoterapeuta.
Yo que
siempre había sido un alumno obediente y poco conflictivo… Me había sentido muy decepcionado al enterarme
de algo en el penúltimo taller, algo que me parecía injusto. Y entendí que tenía
que expresarlo.. Y eso hice nada más comenzar ese último taller.
Aquello provocó
una gran tensión entre maestro y discípulo. Una tensión que elevó mi ya de por
sí tendencia a quedarme rezagado, a la categoría de autoexcluído. Por vez
primera nos daban libertad para examinarse o no. Y yo decidí no examinarme.
En un
rincón de la sala, con la moral poco más abajo de las plantas de los pies…. Y como
ayuda extra, el taller más triste y decepcionante de los tres años.
Ver a
compañeros que había estado admirando durante todo el curso, haciendo
intervenciones algo menos de mediocres, me desmoralizaba más.
Aquello
se fue poniendo muy feo, los ánimos de todo el grupo iban decayendo… Y cuando
estábamos a más de la mitad del taller, el director de la formación, algo más
que cabreado, decidió interrumpir, salirse del guión y aquello se convirtió en
una crisis de emergencia. Se cancelaron todos los trabajos que había pendientes
y nos soltó un largo sermón.
El sermón
consumió una gran parte del tiempo del taller… Para cuando acabó quedaba espacio para una sola
intervención, para un solo examen final.
Salieron
dos voluntarios al centro….
Miré
alrededor, y no me vi en la sala, en ningún rincón… ¿Entonces? … me dije, si no
estoy alrededor de la sala, debo ser uno de esos dos voluntarios. Glups!
…
Si lo de
escuchar las voces de los maestros, y hasta notar su presencia, es de psiquiátrico…
lo de desplazarse desde un rincón hasta el centro de la sala, sin pretenderlo,
sin esforzarse, sin proponérselo…. Y después de haber echado la toalla,
desistido, renunciado a ello...
Agujeros
Prestados.
Continuará.
P.D.: Me
he quedado sin fotos de agujeros prestados para ilustrar la segunda parte de
esta entrada… ¿Alguien me presta alguno?
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